lunes, 6 de agosto de 2012

Versión oficial

Es la moda en esta época del año. Salvo excepciones contadas como las de Modric ahora o Agüero en su momento, los jugadores prefieren optar por la cautela. Mucho más con la crisis que devora al balompié patrio: ningún club puede asegurar pagar un traspaso, por pequeño que sea. Sin ir más lejos, fijaos en Diego Ribas. Hace unas semanas era vilipendiado públicamente por Felix Magath y odiaba todo que oliera a Wolfsburgo. Ahora “quiere llevar al equipo a Europa”. No es muy creíble, ¿verdad?

Pero la versión oficial es casi una obligación para una inmensa mayoría de futbolistas. Es mejor apostar por: “Estoy muy a gusto aquí aunque nadie puede decir lo que pasará en un futuro” y forjarse un futuro cómodo en el club actual si al final nadie puede comprar, que erigirse en ‘rebelde’ y arriesgarse a quedarse compuesto y sin equipo. Claro, luego hay excepciones como la del Málaga. Demichelis es claro: “El que se pueda ir, se irá”. Sálvese quien pueda.



Me encantan las versiones oficiales en las relaciones de pareja, más que nada porque únicamente sirven como placebo y quien las realiza de verdad se cree lo que dice. Esto ocurre básicamente cuando estamos muy enganchados a una fémina que, por las razones que sea, nos está jodiendo la vida. Se supone que lo más racional sería dejarla, pero como no tenemos los suficientes arrestos, nos consolamos con una de las frases más repetidas en las barras de los garitos más inmundos de medio mundo: “Ha llegado un momento en que ya me da igual, no me importa”. Claro que sí, campeón.

La versión oficial, en estos casos, se extiende también a la propia pareja. Lo más importante es no alterarse, no demostrar sentimiento alguno, asentir cuando vengan mal dadas. “Me voy de fiesta con Javi y Manu -¿Son tus amigos con los que solías hacer tríos?- Sí –Vale, cariño, pásalo bien”. Y lo mejor de todo es que cuando ella esté siendo penetrada por dos trancas de considerable tamaño, nosotros reiremos perversamente en la cama: “Aguanto este mes de alquiler y la dejo”. Qué lástima.

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