sábado, 11 de agosto de 2012

Raúl (La capacidad de adaptación)

Sigo pensando que lo de Raúl González Blanco es encomiable. Para cualquier otro jugador, sus dos últimas temporadas en Alemania no habrían sido otra cosa más que un trámite, un puente hacia su retiro dorado (que ahora se produce en Qatar). Para él no. El español no concibe este deporte de otra manera que no sea compitiendo al máximo de sus posibilidades. También es honesto: sabe que con sus limitaciones debía bajar un escalón (del Madrid al Schalke) y ahora otro más (del Schalke al Al Sadd). Pero allá donde juegue, por muy ‘proletario’ que parezca el césped y aunque sus rivales ya no sean futbolista de talla mundial, él sigue dejando su impronta.



Y aunque muchos penséis lo contrario, no debe ser sencillo. Raúl, durante toda su carrera deportiva, ha penetrado en las defensas con más caché del Viejo Continente. Ha bailado con los zagueros más experimentados, ha batido a los porteros con más pericia y ha sido venerado por las hinchadas más exigentes durante años (la primera, la del Santiago Bernabéu). Aún así, ha sabido adaptarse a la perfección a otro tipo de fútbol, ha liderado a un equipo luchador, no ha tenido impedimento en fajarse como un obrero más en el terreno de juego. Ahora golea en Qatar. Lo que para muchos representa una suerte de pachanga de solteros contra casados, para Raúl sigue significando otra cosa muy distinta: fútbol, competición, goles.

Y es que resulta harto complicado descender a la tierra de los plebeyos cuando hemos estado un tiempo disfrutando en el Olimpo (y no, no me refiero al prestigioso club de meretrices madrileño). Por suerte o por desgracia no solemos alternar con diosas sexuales, con mitos eróticos, con bellezas inaccesibles por el gran público. Pero cuando lo conseguimos, y aguantamos un periodo de tiempo aceptable (un mínimo de dos polvos, hombre) es muy duro volver a los bares de siempre, a jugar en campos de tierra, a eyacular cerrando los ojos e imaginando a otra persona.



Pero no nos engañemos: esos son nuestros orígenes y la sequía hay que combatirla con oficio. Intentemos dar el máximo en cada encuentro sexual, no importa lo demacrado que esté el rival. Nosotros únicamente queremos engrosar nuestro CV y, si se tercia, hacer feliz a una tía que está acostumbrada a humillaciones y a tratos vejatorias. “¿Te ha gustado? –Sí, preciosa, ha sido el mejor polvo de mi puta vida”.

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