lunes, 20 de agosto de 2012

Un comienzo cualquiera

Pues ya comenzó la Liga y lo hizo con la sempiterna batalla entre Real Madrid y Barcelona copándolo todo. Aunque a muchos nos duela, ésta va a ser tónica habitual. Sólo hubo un chaval, de nombre Fabrice, que consiguió acaparar un poquito de atención. Únicamente tuvo que ser el futbolista más joven en marcar un gol en la Historia de la Liga. Casi nada.

El caso es que los dos transatlánticos de nuestra Liga empezaron de la manera en la que no terminaron: el Madrid dubitativo, el Barça arrasando. Ojo, Alves ya caldea el ambiente: “Está bien que sepan que lo del año pasado fue un accidente”. Tranquilidad, todo apunta a que Pepe estará listo para la ida de la Supercopa. Con ellos sobre el césped, el fútbol es casi secundario. La brea está asegurada.



Dice la tradición gitana que es preferible un mal comienzo. Que así lo malo se queda al principio y no al revés. Reconozco que yo pensaba lo mismo cuando jugaba al fútbol (de guardameta). Un mal calentamiento daba lugar a las actuaciones más brillantes; un calentamiento sobrio, a los errores más garrafales.

Siempre he sido supersticioso, aunque en las relaciones no sé por qué decantarme. Es verdad que un inicio tormentoso no es muy alentador, pero un principio de intensidad pasional extrema es sinónimo de corte inminente. Cuando se acaban los polvos salvajes, los abrazos dramáticos y las promesas de amor eterno, nos damos cuenta de que eso es un auténtico coñazo. Entonces, ¿qué es preferible? ¿Empezar jodidos (y jodiendo)m o hacerlo como la pareja ideal?

Ni una cosa ni la otra. Al final, las relaciones más solidas empiezan casi sin darnos cuenta. No sabemos que algo está empezando, ni siquiera sabemos que eso es una relación. Los vínculos que se crean rápido se destrozan a más velocidad aún. Piano, piano, señores. Lo demás es todo ficticio.

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