miércoles, 4 de julio de 2012

Las Balotelli

No está muy claro lo que sucedió. Una versión apunta a que Buffon le recriminó al bueno de ‘SuperMario’ haberse ido con aspavientos de ostensible enfado al vestuario después de la goleada ante España (que conste que soy el mayor defensor de Gigi, pero él hizo lo mismo después de la tanda de penaltis de la final de la Champions ante el Milán). Otros argumentan que fue el jugador del City el que culpó al capitán de haber encajado cuatro chicharros. El día después, el portero de la Juve le colocaba con mimo el nudo de la corbata y Pirlo le lanzaba una invitación pública para que fichase por la ‘vecchia signora’. Questa è l'Italia (habéis visto como controlo de idiomas, ¿eh?).



Pasase lo que pasase de puertas para dentro, lo cierto es que Balotelli es insoportable. Y punto. Por dos goles de cierta importancia hay que pagar un peaje, a mi modo de ver, demasiado caro. Lo que más me sorprende es la intimidación que realiza sobre sus propios compañeros. Casi siempre sin decir nada, eso es lo más impactante. En esta Eurocopa le ha ‘quitado’ varias faltas al maestro Pirlo para lanzarlas a las nubes. Después se iba, daba la sensación que de que realmente vivía en un mundo paralelo. Como cuando marcó gol ante Irlanda. Su selección ni siquiera estaba clasificada y él ardía en deseos de insultar a todo el estadio. La gente que está a su alrededor lo trata con cierta condescendencia: le permiten casi todo, el chaval es joven y alocado y además pega ostias como panes.

Aunque en el fondo se vislumbra un corazoncito. Después del cabreo, Balotelli rompió a llorar sobre el verde. Días antes se había enterado de que iba a ser padre (pobre niño). La madre -ahora ex novia, pero declarada enamorada- dice que el único culpable de que no sigan juntos es… Mino Raiola. Vaya telita de entorno, la verdad.

El género femenino está lleno de desequilibradas de este calibre. La mayoría suelen superar la treintena: separadas, divorciadas, solteras empedernidas… Todas quieren vivir su segunda juventud y todas tienen algo en común: están como las maracas. Su maleta está llena de bártulos ruidosos, de historias dramáticas, de gritos histéricos, de lágrimas de cocodrilo. A priori nunca quieren nada serio, aunque en el fondo desean con fervor un bastón donde apoyarse.

Hay síntomas inequívocos que nos avisan de que estamos ante una ‘Balotelli’ de la vida: sueltan un ‘te quiero’ a las primeras de cambio, puede que incluso en la primera noche. “Perdona, ¿decías algo? No, nada, que sigas, que me gusta”. Como se supone que son maduras (sólo de edad), presumirán de su entereza en el farragoso tema de los celos. “Si quieres te presento a la camarera, es que es humillante lo que estás haciendo. Pero si sólo he pedido tu puto whisky con soda”. Patalean como niñas de tres años si no tienen lo que quieren cuando quieren. “Ven a mi casa. No, mira es que son las tres de la mañana y estaba durmiendo… Déjalo, ya hablaremos”. Una jodida locura, vamos.

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