El caso del Real Madrid tampoco tiene desperdicio: en la ‘Casa Blanca’ lo que de verdad se celebran son las salidas, las ventas. Nadie imaginó nunca que un ‘Balón de Oro’ trajese tantos quebraderos de cabeza. Estoy seguro que al igual que el Bernabéu se llenó en la presentación de Kaká, se volvería a llenar ahora en su despedida. El crack del futuro pasa por vender al brasileño.
Y lo de los demás equipos entra dentro de la normalidad. Nadie quiere -ni puede- pagar. Ahora la moda está en los fichajes a coste cero y en las cesiones. Hasta se ha vuelto a poner de moda el viejo trueque: picaresca española al poder. Y con mucho cuidado, que esta vez sí hay que pagar a Hacienda.
¿No os habéis fijado que la noche también está muy parada? Y no me refiero ya a la clásica competencia de buitres por cualquier fémina (que la sigue habiendo), sino a la apatía por ambas partes en conseguir algo. El verano en las zonas playeras es otra historia, pero para los que aún seguimos en la ciudad la cosa está muy, muy mala.
Antaño era diferente: “todo por un polvo”, esa era la máxima. Ahora la logística cobra mucha relevancia: “¿Qué vives en Coslada? Uff, no sé, es que ahora no puedo coger el coche y mi abono no llega hasta ahí. Mira, casi mejor lo dejamos”. Vaya locura, lo que antes era un fracaso ahora es una victoria. Nos vamos relajados a casa (“A Coslada va a ir su padre”) y le pegamos un buen ratito a la zambomba. Tiempo de crisis, señores.
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