viernes, 6 de abril de 2012

Dos formas de encarar un partido (en la cama)

El Atlético volvió a acudir a su ineludible cita con el suspense. Hay cosas que por el momento no puede ni cambiarlas el mismísimo ‘Cholo’ Simeone. El primer acto en Alemania trajo a la mente de los aficionados atléticos fantasmas que no terminan de ahuyentar: nerviosismo, desbarajuste defensivo, temor al balón, congoja en cada falta en contra, etc. Y es que este equipo, al menos aún, no sabe jugar a especular con el resultado, a aguantar un marcador. En los primeros minutos hasta el belga Courtois (siempre sobre exigido), mostró sus puntos más flacos. Al cancerbero, posiblemente, le contagiaron de inseguridad sus cuatro compañeros de retaguardia. Arriba, nada de nada. Parecía que el partido se iba a hacer largísimo y el sueño de Bucarest se vislumbraba lejano.

Pero al fin y al cabo, lo mejor que se llevaron los rojiblancos a la caseta en el descanso fue el resultado. No haber encajado un gol resultó valer media eliminatoria. Más aún después de la salida de los de Simeone tras el tiempo de asueto. Una simple permuta del argentino en el posicionamiento de sus pupilos (Diego por Adrián), sirvió al equipo para convencerle de que el Hannover 96 distaba mucho de ser el Real Madrid (la cercanía del derbi se empieza a notar). El brasileño y el asturiano dejaron un partido para la posteridad. Mención aparte merece el gol de Adrián. A veces, la falta de sangre que tanto se le achaca a jugadores como él, nos regalan obras de artes como las de Alemania. Cristiano no hubiera aguantado tanto sin fusilar. Además, Tiago se volvió a mostrar imperial en el centro del campo y la defensa regresó a su cada vez más habitual estado de sobriedad. El equipo lo pasó mal unos cinco minutos después del tanto del empate, pero otra genialidad de Diego remachada por un inconmensurable Falcao terminó por dictar sentencia. Lo dicho, dos partes muy diferentes.


Hace tiempo que no me centro en el tema meramente sexual y ya va siendo hora. Las dos maneras de encarar el partido en Alemania del Atlético fueron muy ilustrativas con respecto a lo que nos puede suceder en un encuentro carnal. Cabe recalcar que esto normalmente nos ocurrirá con un rival de un cierto prestigio.

Primero, los nervios: No terminamos de sentirnos cómodos. Todo comienza mal cuando se nos atasca el sujetador, eso siempre acrecenta en gran medida nuestro estado de ansiedad. Se lo termina quitando ella, pensando que si somos igual de hábiles para todo, va apañada. Tocamos y besamos sin demasiada convicción. “No está disfrutando”, pensamos. Y lo normal es que no nos equivoquemos. Nos cuesta ponernos el preservativo, lo termina haciendo ella. La situación está cada vez más cuesta arriba. La herramienta no termina de entrar. “¿Está dentro ya? Ehhh, a ver… No”. Si no lo remediamos a tiempo, esto puede terminar en una goleada histórica.



Después, el placer: Pero, paremos a pensar un momento… Estamos con una hembra con las piernas bien abiertas en nuestro lecho… ¿Vamos a dejar pasar el tren? No, nos relajamos, intentamos concentrarnos en que sus bajos fondos vuelvan a emanar los fluidos necesarios para un coito en condiciones. Lo hacemos sin prisa, confiados. Nuestros dedos y nuestra lengua deben dejar el terreno en condiciones óptimas para taladrar. Ahora sí que entra, de hecho entra y sale sin ningún tipo de problema y el sonido nos indica que el río ya no está seco. Nos crecemos mandando desde arriba. Esto es fundamental para controlar nuestro ímpetu. El partido se puede remontar. Es más, ya lo estamos remontando. Pero cuidado, no nos relajemos. Ahora que todo va bien un movimiento en falso puede mandarnos de nuevo a la lona. Cuando hayamos aguantado un tiempo respetable embistiendo, entonces cambiemos de postura, dejémonos llevar. Lo peor ya ha pasado, ahora toca gozar…

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