lunes, 16 de abril de 2012

Ajuste de cuentas II (Te tengo unas ganas...)

Entramos en una decisiva semana de competiciones europeas y tres de las cuatro semifinales (entre Champions y Europa League) ya se han repetido en alguna ocasión. Los medios, deseosos de vender humo, disfrazan choques envueltos en la monotonía, en duras batallas en busca de venganza. Ajustes de cuentas, al fin y al cabo. Bueno, para ser acordes con la realidad, en parte no les falta razón.


El duelo Bayern-Madrid es uno de los clásicos europeos y aderezado con la maldición de los blancos en Múnich (nunca han ganado), es un enfrentamiento potable. Todo esto, además, con la increíble expectación de volver a escuchar a Mourinho ante los medios (totalmente obligado, pobrecito). Y lo cierto es que todo está relacionado, porque el Chelsea-Barça, de manera irremediable, nos traslada al ‘Iniestazo’ de 2009 y al arbitraje del adorado (sobre todo por Mou), Ovrebo. En Londres sí que existe ánimo de revancha. Ya no sólo porque quieren resarcirse de lo que consideran una estafa, sino también por la necesidad que tiene uno de los equipos con mayor potencial económico del fútbol europeo por volver a luchar por el cetro del fútbol mundial. Y qué decir del Atlético-Valencia. Nunca hubo excesivo odio entre ambas entidades (nada que ver, por ejemplo, con la relación Sevilla-Atleti), pero el clamoroso penalti no pitado a Zigic en la edición de la Europa League de 2010 (a la postre serían campeones los rojiblancos), seguro que ha incendiado el ímpetu ché.

Hace ya unos meses hablé de las cuentas pendientes, pero más bien en su versión ‘light’. Que sí, que me mola mucho y nunca me he liado con ella, que a si patatín, que si patatán… Mariconadas. Vamos al verdadero lío. Nos han tenido que putear de verdad: haberse ido con otro delante de nuestras narices, habernos utilizado como mero objeto sexual (bendita putada), habernos tenido a pan y agua durante mucho tiempo mientras se taladraba a otro (síndrome ‘Pagafantas’), o algo similar. Algo que nos haya tocado mucho los cojones, vaya.


Ok, aquí tenemos varias opciones. La primera -y menos recomendable- es emprender un duelo con la cucaracha en cuestión. Lo repetiré una vez más por si alguno está un poquito perdido: contra una mujer, nunca, nunca, nunca se gana. Pero hay otra forma. Una manera mucho más placentera y que nos dejará totalmente descargados de ira y de rencor: romperla. Literalmente. Inyectarle una dosis de carne que no olvidará jamás. El típico polvo de cabreo, con embestidas violentas (desde el cariño, siempre), con movimientos rápidos, sin opción de bajar el ritmo. Sí, esta es la mejor venganza, señores. Hagámosla gozar, derretirse de placer, que sus gemidos se escuchen en todo el vecindario, que nuestros fluidos se queden por siempre impregnados en sus entrañas. Que se corra varias veces. Y después, sin hablar, recogeremos nuestros bártulos y nos iremos. No la volveremos a ver. El último recuerdo que tendrá de nosotros es un coito nunca imaginado. Sí. Es la mejor venganza.

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