miércoles, 18 de mayo de 2011

Una retirada a tiempo...

Termina una temporada bastante más agria que dulce en el Atlético de Madrid. Se acerca el momento de las despedidas. El pasado domingo asistimos a la del técnico Quique Sánchez Flores. La afición no olvida quién ha sido uno de los mayores artífices de que el equipo vuelva a lograr lo que le impone su historia 14 años después. Todo empezó en Hamburgo, en la final de la Europa League. Aunque a algunos les cueste ejercitar su memoria, allí también hubo otro héroe: Diego Forlán.

Las cosas han cambiado. Y de qué manera. A lo largo de este curso deportivo la relación entre el charrúa y el técnico se ha ido deteriorando a pasos agigantados. El delantero ya no marcaba goles, con lo que Quique pudo dar rienda suelta a sus impulsos. En un principio pudo parecer una decisión técnica, algo deportivo, algo que beneficiaba al equipo. Nada más lejos de la realidad: el problema entre ambos es personal y por lo que cuentan en los mentideros viene desde muy, muy atrás. Quique perdió la elegancia al desacreditar al delantero públicamente y en varias ocasiones. Ante el Hércules Forlán no fue ni convocado. El protagonista de la despedida sólo fue el técnico. Pero aquí viene lo bueno del asunto. Cuando todos dábamos por hecho y desde hace tiempo, que Forlán no seguiría la próxima campaña en el Atlético de Madrid, el uruguayo lanza un órdago: quiere quedarse. En el club saben que es imposible sacar la tajada por el jugador que hubiesen sacado hace un tiempo. El uruguayo, siempre hermético e introvertido, siente que no ha recibido el reconocimiento que merece. Quizás tenga la intención de conseguirlo cueste lo que cueste. Sólo él lo sabe.

Resulta una ardua tarea elegir cuándo retirarse. Saber ver que nuestro momento ha pasado, que no es posible mejorar los logros conseguidos. Dejar nuestro lugar a otro. En la noche como en el fútbol únicamente la experiencia puede ayudarnos a saber cómo actuar en esta delicada situación. Hay determinados hechos clave. Lo fundamental es percatarnos de ellos. Ver a la chica a la que hemos perseguido con tesón durante toda la noche dándose el lote con otro o asistir a la huída de la mayoría de nuestros compinches deberían servirnos para que nuestro cerebro haga clic. Si decidimos quedarnos, debemos asumir las posibles consecuencias:

• Acabar inmersos en el apasionante mundo de las rebajas.
• Terminar acudiendo a un áfter hour’ lleno de gente de dudosa procedencia (macarras y gays a doquier).
• Llamar a esa persona a la que bajo ningún concepto debemos llamar.
• Ser protagonistas de una pelea por una dama a la que ni siquiera conocemos.

Por eso, conviene recordar otra de las máximas del guerrero: una paja a tiempo es la solución a cualquier percance. En nuestra cama estaremos más seguros. Sin compañía pero seguros.

2 comentarios:

  1. Siempre hay un momento de la noche en el que hay que saber irse, o aceptar las duras consecuencias de la noche. Los hay que saben cuando es su momento, y los hay que no...

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  2. Los golpes sirven de lección en este asunto...

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