lunes, 28 de mayo de 2012

Negociaciones II (El cortejo)

La que se ha montado en Italia. Es matemático: ya ocurrió en 2006 con ‘Calciopoli’ y ocurre ahora, antes de la Euro de 2012, con el ‘Calcioscommesse’. Tras más de un lustro en el que el balompié italiano se ha mantenido limpio por fuera pero maldito por negro, el nuevo ciclón amenaza con arrasar todos los estamentos de la Serie A, comenzando por el actual campeón, la Juventus y siguiendo por la ‘azzurra’, que ya ha visto cómo Criscito (le puede seguir Bonucci), ha abandonado la concentración. La vez anterior ganaron el Mundial, ojito… Tampoco nos creamos tan ‘guays’ en España. La diferencia, grosso modo con Italia es que allí se cometen delitos, se investigan y se castigan. Aquí únicamente ocurre la primera de las cosas.

No hay lugar para el aburrimiento: ahora que muchos auténticos aficionados se mostraban plañideros por el tornado de rumores, bulos y elucubraciones que se nos avecina, aparece el fútbol italiano para desviar nuestra atención sobre los Moura, Higuaín, Thiago Silva, Bale… y también Cristian Rodríguez. Extraña operación la del Atlético, que seguro tiene un doble significado (¿la segura marcha de Adrián? ¿Algún otro tejemaneje con el Oporto?). En este caso, el club colchonero ha obviado la etapa de negociación para marcarse un auténtico “aquí te pillo aquí te mato”. Como en la vida real, el club del Manzanares lo hace con quien puede. Que no todas se dejan, oiga.



Pero normalmente, y más en esta época, la cosa va a otro ritmo. El proceso de cortejo es uno de los placeres -más allá de lo sexual- que nos regala esta vida loca. El coqueteo, los comentarios dichos en grupo con doble sentido, las miradas, las hormonas revolucionadas, la tensión carnal cada vez más evidente, el nerviosismo traducido en conversaciones realmente absurdas. Eso, amigos, es la gloria.

¿Y por qué nos gusta tanto? Porque, a mi modo de ver, esta experiencia vital nos traslada inevitablemente al colegio, al instituto, a nuestra más tierna adolescencia. Eso sí, con algunos cambios notables: las notitas de amor se han transformado ahora en ‘whatsapp’ calenturientos; los cinco minutos que sacábamos en cada recreo para verla los hemos sustituido por un café de máquina o un pitillo rápido y las citas en los parques han mutado en locas noches de lujuria, alcohol y desenfreno.



Ahora que lo pienso quizás se haya perdido algo de encanto, sí. Por eso nunca viene mal recuperar las buenas costumbres. Escribir una notita en clase (en uno de los múltiples cursos del INEM que ahora están abarrotados) o en el trabajo, o darse un revolconcillo en el Retiro.

Que sí, que lo que vosotros queréis es follar, ya lo sé… Os entiendo, pero hacedme caso: así también sabe bien.

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