jueves, 24 de mayo de 2012

Himnos

Con retraso pero llego. Ya se ha hablado mucho de la polémica en torno al himno. Por ello, voy a evitar decir obviedades tales como que el fútbol nunca debería mezclarse con política y demás. Creo que hay unos datos bastante claros: unas asociaciones de extremistas van a intentar apropiarse de la final, de un lado y de otro (la Falange también se manifiesta en Madrid). No descubro nada nuevo si afirmo que Esperanza Aguirre no tiene muchas luces. A veces da la impresión de ser una verdulera con cargo. Como tantos otros. Pero si hasta un miembro de su partido, Antonio Basagoiti le respondió, pienso que, como decía el bueno de Bernd Schuster, “no hay nada más que decir”.

Pero todo esto resulta muy aburrido y el sol ha activado mis ganas de ‘cachondeo’. El otro día toqué -mal que les pesara a algunos/as- el tema del vello masculino. Ciertamente, hubo una acogida aceptable por parte del público. Existió la interacción que tanto me esfuerzo en conseguir, el intercambio didáctico que ansío. Por eso, ya de perdidos al río. Hoy analizaré otro aspecto fundamental del sexo: la comunicación durante el coito.

Esto suele ir ligado a la relación en sí: si os conocéis desde hace unas horas, lógicamente, tendréis menos confianza, mientras que con vuestra novia no os avergonzáis de decir algunas barbaridades. Aunque no siempre es así. En ocasiones damos rienda suelta a nuestra vena de actor porno cuando el rival en cuestión es insignificante. Sí, resulta duro reconocerlo, pero todos sabemos que es verdad.

En mi opinión, como ocurre en la vida, si no tienes nada útil que decir mientras estás mojando, es mejor que calles. Forzar vuelve la situación aún más superficial. El clásico “¿Te gusta?” es un seguro de vida. Ella, aunque sea por educación, te va a decir que sí. Imagina que te dice “No, la verdad es que follas de pena”. No es plan.



Después hay personas que se sienten incómodas con el silencio: “¿No dices nada? Pues no guapa, estaba centrado en no eyacular en cinco segundos”. También cabe resaltar que los gemidos desproporcionados ejercen el efecto contrario al deseado. Una tía que grita como una posesa cuando únicamente le has rozado un pecho es más cómico que otra cosa.

Por último, podemos entrar en un terreno farragoso, el de los insultos. ¿Habéis probado a vejarla verbalmente mientras la penetráis? Creo que todo hombre, al menos una vez en la vida, debería descargar todo su rencor acumulado hacia el género femenino. Os sorprendería observar el resultado: ellas son cañeras por naturaleza.

Os animo a que dejéis vuestras experiencias, costumbres, fobias y filias…

2 comentarios:

  1. creo que si al insulto se le acompaña una bofetada de intensidad baja-media se consigue un salto de calidad importante...posiblemente lo hayas hecho ya pero al ser el autor de este bñlog, entiendo que tengas reparo en soltar semejante prenda....

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  2. Cómo os gusta la brea... No me pronuncio a este respecto.

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