viernes, 12 de agosto de 2011

Cosas de ellas (Y II)

Lejos de amilanarse, parece que el deseo de Pandora es que las hostilidades sean constantes y no un suceso pasajero. Desde mi humilde retiro vacacional, no tengo inconveniente en seguir con este divertido juego, más aún cuando las temperaturas invitan a estar en la calle, viendo el mundo pasar y aguantando, como cada noche de nuestra vida, las cosas de ellas:

Egoísmo: Es una de sus características predominantes. Son así por naturaleza, no hay que buscar demasiadas explicaciones. Lo son en la vida y en la cama. En el día a día, tendrá mucho más peso una reunión social con su entorno que un cañeo con nuestra gente. En el lecho, mal que les pese y lo nieguen hasta la saciedad, focalizan sus esfuerzos en su placer. La experimentación sólo llega como recompensa a una dedicación plena hacia ellas.
Doble rasero: Como consecuencia de actitudes derivadas del primer punto, la subjetividad alcanza cotas insospechadas. Lo que hacen ellas está bien, es normal, no es para alarmarse. Si lo hacemos nosotros, por supuesto, la cosa cambia. Ellas pueden (y de hecho lo hacen) tener cualquier tipo de contacto con el sexo masculino, pero vigilarán de cerca nuestros movimientos. Son muy celosas, pero a sus amiguitos ni tocarlos. Amantes del albedrío pero únicamente si ellas son las protagonistas.
Victimismo: Son muy dadas a regocijarse en su miseria, aunque ésta no exista. Si la relación ha finalizado, ellas proclamarán a los cuatro vientos que se han sentido humilladas, vejadas, que ha sido un infierno. Todo es culpa nuestra. Empero y al contrario de la creencia popular, ellas realizan llamadas a horas intempestivas para jurar amor eterno. Si en su interior aún tienen impregnado restos de semen ajeno, no les importa. No tienen piedad, pero ellas son las víctimas.

Discutidoras hasta la extenuación: Es sabido por todos que en ocasiones lo más inteligente es marcharse a casa, dormir y dejar que las cosas se enfríen. Pues no, ellas se empecinan en tener la última palabra y harán lo que sea necesario para conseguir su objetivo. No importa que no quede nada por decir, cuando se trata de reproches, ellas rebuscan hasta hallar. Su turno de alegatos es eterno y si optamos por apagar el móvil, el castigo puede ser terrorífico.


Que siga el cachondeo…

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