sábado, 8 de octubre de 2011

Montenegro y la primera vez

Un día para la historia en Montenegro. Un instante que quedará grabado en la retina de los pocos más de 600000 habitantes que pueblan el país balcánico. La testa del gran Delibasic estaba impulsada por una fuerza sobrenatural: la de una patria que daba otro paso más en su ardua andadura. Los tempraneros goles ingleses hacían presagiar una victoria sencilla para los de Capello, pero el tanto de Zverotic al filo del intermedio, unido a la victoria que Gales estaba consiguiendo ante Suiza otorgó una vital dosis de esperanza a los locales: un empate les aseguraba estar en la repesca de la próxima Eurocopa.

La sola posibilidad de disputar un torneo de tal calibre por primera vez en su historia, sirvió como aliciente de sobra contundente para que los seguidores que abarrotaban el estadio de Podgorica hicieran creer a los suyos en lograr el milagro. Y es que aunque el gol no llegó hasta el tiempo de descuento, la sensación que flotaba en el ambiente hacía tener la seguridad de que Montenegro no dejaría pasar ese tren. Inglaterra no existió y la locura colectiva terminó por apoderarse de todo. Las lágrimas de Delibasic reflejaban el sentir de un pueblo. Justicia poética, lo llaman algunos.

La primera vez. Un momento en demasiadas ocasiones sobrevalorado, pero que siempre conviene recordar. No tiene por qué significar, ni mucho menos un paso de la adolescencia a la madurez (algunos siguen instalados en la eterna pubertad hasta nuestros días). Pero lo que no vamos a negar es la sensación de alivio, fortaleza, incluso superioridad que produce el primer coito. Ya hemos mojado, ya podemos morir tranquilos.

Pero lo realmente grande de ese día son los vericuetos, los pequeños detalles, las baldosas que marcan nuestro camino. Acostumbrados como estábamos a utilizar los dedos como arma arrojadiza, ahora le toca el turno a nuestra amiga. Enseguida nos damos cuenta de que esto no es como en las películas:

Momento condón: aunque los más osados pudisteis recurrir a la poco fiable técnica de la marcha atrás, lo más normal es que compráramos, con la cabeza baja, una flamante caja de preservativos. El desconcierto inicial en cuanto a la forma de colocación del profiláctico pudo hacer que muchos se fueran a la basura. Finalmente (y sin mucho convencimiento y con la erección pendiente de un hilo), procedemos al momento clave.

Penetración: Siendo novatos, lo mejor es dejar la innovación en cuanto a posturas para ocasiones posteriores. Nos colocamos arriba y tras varios vaivenes con su mano y nuestro miembro, llega la mítica pregunta que aún a día de hoy a veces se repite: "¿Está dentro?" Ni siquiera ella lo sabe con exactitud, pero nosotros empezamos a movernos lentamente.
Coito: El primero suele durar poco por varias razones: la primera es que nuestras ansias de descarga son mayúsculas y cualquier cosa diferente a la mano las acentúan. Si ya disfrutábamos del petting, esto es una maravilla. Después están los extraños sonidos guturales que emite nuestra compañera. "¿Te hago daño?", preguntaremos sin importarnos demasiado la respuesta.
Final: Lo ideal es que el debut fuese para ambos. Así, además del momento ‘abrazo’, podemos debatir sobre lo acontecido.

Y vuestra primera vez… ¿Cómo fue? (Si es que ha llegado ya, claro).

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