lunes, 27 de febrero de 2012

El cansino arte de marear la perdiz

Reconocía el propio Guardiola antes del encuentro ante el Atlético que todo el drama que se ha levantado en torno a su renovación resulta cansino. La confesión, en sí, es bastante curiosa ya que uno de los principales protagonistas de este film es el técnico. Acompañado, no lo olvidemos, por sus fieles súbditos, quienes aprovechan la más mínima oportunidad ante los micrófonos para deshacerse en elogios a su profeta.


Hay quien dice que el de Santpedor, lacerado por las secuelas físicas y psicológicas que ha dejado en él el banquillo blaugrana, necesita relax. Está saturado. Ha llegado a su límite. Hay quienes piensan, en cambio, que su estrategia de seguir deshojando la margarita responde más bien a un mensaje directo a sus jugadores: “si no estáis dispuesto a seguir dando el cien por cien, yo me largo”. Hipótesis aparte, y afirmando por supuesto que Pep es libre de hacer lo que quiera, continuar con este tema es totalmente innecesario y por primera vez en mucho tiempo, sí que da la impresión de que el Barcelona ha cogido este camino para desviar la atención. Una táctica utilizada en demasiadas ocasiones desde la capital de España.

El mareo de perdiz termina por repugnar, por causar un rechazo total. Sí, es verdad que es mucho más interesante y llamativo que una mujer no nos lo ponga todo sencillo desde el minuto uno, que su defensa no sea un coladero, que nos cueste marcar un tanto. Que no sea una golfa, vamos. Hasta ahí, todo más o menos bien. Pero siempre hay un límite. Entre hacerse la interesante y ser un auténtico coñazo existe una notable diferencia. Normalmente, los problemas empezarán a la hora de concretar una cita. Ellas suelen tener una agenda muy apretada, con miles de amiguitos a los que satisfacer. Si se nos ocurre llegar tarde, nos dirán que su tiempo es extremadamente valioso, que no se nos ocurra relajarnos. Divas caprichosas.


Pero el mareo de perdiz no se queda ahí. Dar largas es un síntoma inequívoco de por dónde van los tiros, pero la otra parte está en seguir calentando. Puede que no la veamos en dos semanas, pero mediante un par de mensajitos o llamadas se encargará de cerciorarse de que nos sigue teniendo en la palma de su mano. Puede que también haya algún toque a una hora intempestiva. Para las ‘mareadoras’ siempre debemos estar disponibles. Es decir, ellas nos pueden llamar borrachas a las cinco de la mañana porque les pica ahí abajo, pero nosotros seremos tachados de ‘cerdos’ si hacemos algo parecido. Aquí cada uno debe poner en una balanza las ventajas desventajas de una tía así. Lo peor de todo es que luego su implicación en la cama deja bastante que desear, así que mi consejo es que os la trajinéis un par de veces y después adiós muy buenas. Que las aguanten sus perritos. Divas no, gracias.

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