jueves, 15 de diciembre de 2011

Retrato de una obsesión

Cristiano Ronaldo marcó el gol que cerraba casi de forma definitiva la eliminatoria del Real Madrid en Ponferrada en la Copa del Rey. El luso, según dicen, llegaba con el orgullo herido y con el ánimo ciertamente tocado, después del varapalo del clásico. Para Cristiano no fue una derrota cualquiera. Sus dos ocasiones falladas dejaron en entredicho su capacidad en los encuentros de peso. Concretamente, sus errores dejaron en evidencia, para algunos, la obsesión que le paraliza en los enfrentamientos con el Barcelona, su ansiedad de salir victorioso en la eterna comparación con Leo Messi.

Aunque ya consiguiera anotar el único tanto que significó el, hasta hoy, único título en las vitrinas de José Mourinho como entrenador merengue, para el portugués no es suficiente. Sometido al cruel juicio que eleva el duopolio de la Liga a una batalla individual, Cristiano sintió la derrota ante el Barcelona como propia. En León jugó de titular por petición propia. Cuando marcó, no lo celebró y sus compañeros únicamente se atrevieron a darle ánimos: no era momento para festejos. En su cabeza todavía se presenta, cual pesadilla, la imagen de ‘la Pulga’, zafándose de todos sus rivales una y otra vez. Visiblemente perturbado por su actuación en el Bernabéu, Cristiano aguantará la pesada losa del plebiscito popular hasta que vuelva a medirse con su Nemésis.



El partido entre Real Madrid y Barcelona ha dejado multitud de análisis posteriores, una gran mayoría de ellos psicológicos. Por si fuera poco, el portugués tiene que soportar los consejos de desconocidos, viéndose en una especie de terapia colectiva para calmar su ansiedad cuando llega el esperado día D. Es como si Cristiano se tumbara en un diván a la vista de todos, como si sus miedos o inseguridades fueran ahora motivo de debate nacional.

Y es que a veces deseamos un objetivo con tanta intensidad que termina perdiendo el sentido. Nos nublamos, nos obcecamos y no atendemos a razón alguna. “Tiene que ser mía”, nos repetimos sin cesar. Esto, que puede tener consecuencias mínimas en una noche, adquiere dimensiones mucho mayores si hablamos de la vida cotidiana. Tendemos a malinterpretar las señales, a considerar una cuenta pendiente lo que en realidad no es ni una cuenta.

La obsesión puede hacernos adoptar diversos papeles que terminarán por descubrir nuestras verdaderas intenciones y hacernos un daño devastador:

Eterno Mejor Amigo (EMA): Todas las tías tienen uno de estos (o varios, vaya usted a saber), pululando por su alrededor. Suelen ser poco agraciados físicamente y admiten con recelo las nuevas relaciones de su amor platónico. Por favor, intentemos evitar convertirnos en el personaje que tantas veces hemos repudiado.

Acosador nocturno o ‘Babas’: Se caracterizan por ser muy empalagosos y palpar con cualquier excusa. Ya han dejado claro, medio en serio medio en broma, que su meta última es la penetración. Esto dota de una ventaja inmensa a la fémina, que sabe que siempre tiene una opción para cuando las vacas se presenten flacas. Otra más. Actitud que entraña menos peligro que la de EMA, pero igual de condenable

El ingenuo: El más común. Solamente pasaban por allí y se les vino todo el chaparrón encima. Cometieron el error de idealizar a una mujer del montón y ahora no hacen otra cosa que autoconvencerse de que el sentimiento es recíproco. Confiados e inocentes, prestarán su ayuda siempre que sea posible. El contacto, en este tipo de situaciones, se basa sobre todo en las redes sociales o el mundo virtual, lo que multiplica las interpretaciones erróneas. Aquí hemos caído todos. Lo importante es retirarse antes de que nuestra dignidad sea pisoteada. Si lo conseguimos, evitaremos ser un EMA o un ‘Babas’, lo cual ya representa un triunfo.

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