jueves, 17 de noviembre de 2011

El descanso (Insomnio post-coito)

El descanso es importante. Tanto más si lo que nos ocupa es un futbolista de élite. Las grandes escuadras europeas han de tener en cuenta cada pequeño detalle. El calendario parece burlarse de los gestores deportivos, de los mánagers, de los presidentes de los equipos, de los que intentan que el negocio siga rentando. En ocasiones, los que parecen mofarse son precisamente los que fabrican los horarios. La televisión empuja con fuerza, pero esta vez ha perdido la batalla en contra de la UEFA. ¿El resultado? Múltiples cambios de horarios en la jornada 14 que se vinieron dando en un mismo día. Increíble sucesión de modificaciones a causa del cambio obligado de fecha del Rayo-Barcelona. Rayando lo grotesco.

Ante tal coyuntura, cualquier precaución es poca para combatir la fatiga. Los jugadores deben estar al cien por cien y la planificación roza ya los límites de lo absurdo. José Mourinho selecciona cuidadosamente los rituales de los jugadores en sus domicilios, así que no es de extrañar que haya mandado un jet privado a por Higuaín. Imagino a Gonzalo, desahogando su esfínter en el excusado del aeropuerto y subiendo sus prendas íntimas a toda prisa, apurado ante la llamada del míster: el avión no espera. Por una vez, el humano fue Messi y tuvo que hacer varias escalas. Pero esto no es lo único relevante. En el vuelo, sí o sí, hay que dormir. Hemos visto, por ejemplo, que algunos jugadores de la selección han necesitado ayuda química para reunirse con Morfeo. Seguro que Mou tampoco habrá pasado por alto esto y habrá recetado algo a su pupilo. Motivador, psicólogo y psiquiatra, todo en uno. Y es que descansar es muy importante.


En FNYT ya pusimos sobre la mesa uno de los mayores obstáculos del hombre, en la conquista nocturna. El momento post-coito, más allá de la repetición del acto o del simple arrumaco, trae consigo la necesidad de dormir. Puede que hayamos intentado múltiples estrategias para escaquearnos o puede que nuestra damisela haya comenzado ya a proferir molestos ruidos nasales. Dormir en cama ajena (o propia) con compañía de una cuasi desconocida entraña más dificultad de la que parece en un primer momento. Ella duerme y nosotros hemos dejado lejos la euforia y las risas iniciales. Se mueve, nos abraza y emite gemiditos de placer. Esos ruiditos que algunas personas hacen cuando duermen plácidamente y que tanto molestan al insomne. Nosotros nos retorcemos, le damos la espalda y fingimos que también dormimos. ¿Qué hora será? ¿Dónde he dejado el móvil, las llaves? ¿Qué hago aquí? Tenemos la opción de esperar al bis o de ponernos en marcha. Pero no será sencillo. Ella descansa. Que eso nos provoque ternura o indiferencia sólo lo dirá el tiempo. Pero ahora viene la típica cuestión mañanera: ¿Pero no has dormido nada? Sí, a ratos... Dormir con Mou tiene que ser más eficaz. Seguro.

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